Enrique Quintana se desempeña como economista, se ha dedicado al periodismo y al análisis económico desde 1984. Hoy en Diarionoticiasweb.com compartimos su columna publicada en el periódico “El Financiero”.
Aquí el texto:
Hoy es el último día hábil de marzo. Terminamos el primer trimestre del 2019 y también los primeros cuatro meses del sexenio, el cual será el más breve de la historia.
El domingo próximo se cumplirán los primeros cuatro meses de un gobierno que quiere cambiar radicalmente al país, es decir, en sus raíces.
Ya alguna vez le comentamos que hay quienes piensan que este gobierno es una ‘anomalía’.
Suponen que será solo un paréntesis. Imaginan que lo realizado en los últimos sexenios estuvo bien hecho y que es un error tratar de componerlo.
Algunos meses después de haber dicho lo anterior en este espacio, lo sigo percibiendo día con día.
Algunos piensan que el domingo 1 de julio, el votante mexicano se trastornó y votó por López Obrador, casi sin quererlo.
Como dijo aquel: “ya, supérenlo”. No fue solo AMLO. La gente se cansó de un sistema, de una visión, de una ideología. Y votó por el que rechazaba esa visión.
Hacer la oposición a AMLO, reivindicando lo que antes se hizo, es poco menos que suicida.
Y muchos, casi todos los críticos, es lo que están haciendo.
Pasan las semanas y los meses, y las críticas a AMLO provienen del viejo paradigma.
El Estado debe dar espacio a las ONGs y a la sociedad civil; el mercado debe ser el que prevalezca aquí y ahora; el Estado no debe controlar sus empresas; etc. etc.
El problema es que mientras las críticas a la 4T provengan de ese viejo paradigma, sobre la premisa de que las cosas estaban bien, y de que la elección de AMLO fue por una decisión irracional de los votantes, puede usted estar seguro de que esa oposición se va a ir por el caño porque está partiendo de premisas equivocadas.
Las cosas estaban mal. Y el sistema fue tan torpe que no pudo hacer un diagnóstico correcto que permitiera corregir los problemas.
En contraste, alguien que llegó de fuera, como AMLO, captó la sensación de la mayoría y obtuvo su respaldo.
Trátese de energía, de historia, de educación, de salarios, de economía, etc. el nuevo gobierno no ha encontrado en sus opositores argumentos plausibles, que tengan la mínima posibilidad de convencer a la gente.
El origen, a mi parecer, es el diagnóstico incorrecto.
Solo como ejemplo, en lugar de reivindicar la necesidad de contar con una empresa petrolera poderosa y eficiente, al estilo de la noruega Statoil, se plantea la necesidad de debilitar a Pemex para dar espacio a quien –por filosofía– se considera que son empresas más eficientes, las del sector privado.
Si la oposición tuviera una propuesta diferente para crear una empresa estatal eficaz, podría haber un debate interesante. Si se descalifica la opción de fortalecer a la empresa estatal, entonces ya no hay debate sino choque.
El problema que tenemos en México es que la falta de debate real en los últimos 15-20 años al menos, debilitó nuestra capacidad propositiva.
Las visiones económicas y políticas dominantes se consideraron tan legítimas como la ley de la gravedad y si había alguien que las cuestionara, era puesto en la marginación.
En buena medida, por eso tenemos hoy una anemia ideológica, del gobierno y de las oposiciones.
Bueno, pero piensan algunos: ya solo faltan 66 meses de este gobierno y después ya podremos regresar al pasado.
No se han dado cuenta que el ‘mundo feliz’ en el que vivían ya se fue.
Y que hoy, aunque nos incomode, debemos revisar todos los paradigmas.